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Wifredo Lam I

Wifredo Óscar de la Concepción Lam y Castilla, pintor vanguardista cubano, catalogado por Manuel Borja-Villel -historiador y crítico de arte, director del Museo Reina Sofía de Madrid- como «el pintor más fascinante del siglo XX», nació un día como hoy 8 de diciembre del año 1902, en un barrio humilde de Sagua la Grande. Fue el octavo hijo de Lam-Yam, un comerciante y escribano chino nacido en Cantón y emigrado a las Américas en 1860, y de Ana Serafina Castilla, mulata criolla nacida en Cuba y descendiente mestiza, mezcla de sangre aborigen, africana y española.

Wilfredo Lam desde sus primeros años demostró un profunda inclinación hacia el dibujo y la pintura; el Museo de Historia de Sagua la Grande, atesora algunas de sus tempranas pinturas. A los 14 años se instaló con parte de su familia en La Habana, y allí matriculó en 1920 en la Escuela Profesional de Pintura y Escultura San Alejandro, en la que realizó estudios hasta 1923. Los retratos y paisajes que realizó entonces le abrieron las puertas de la Asociación de Pintores y Escultores de La Habana, en la cual ingresó en 1920 y en el que participaría hasta 1923 de los Salones de Bellas Artes de esa institución.

En este último año se trasladó a España, para estudiar pintura como becario del ayuntamiento de Sagua la Grande. Estudió en la Academia de San Fernando de Madrid y recorrió diferentes sitios de la geografía peninsular. En esta época construyó un vocabulario visual que evolucionó de los retratos y el paisaje de corte académico hacia los temas y lenguajes del arte moderno.

Dos años después se casaría con la española Eva Piriz, con la que tendría un hijo. Ambos murieron de tuberculosis en 1931 poco antes de comenzar la Guerra Civil, en la que Lam participó activamente del lado republicano. Su tragedia familiar y la tragedia colectiva de la guerra dejaron en Lam un poso dramático que siempre será perceptible en su obra.
A comienzos de los años treinta era ya evidente su influencia surrealista. En esta época conoce a Lorca, Valle Inclán y Azorín. En 1936, al visitar una exposición de Pablo Picasso se sintió fuertemente atraído hacia él, hacia su arte y su pensamiento político. Ese año, ayudado por su amigo Faustino Cordón, se une como voluntario al ejército republicano en su lucha contra las tropas golpistas de Franco. Dibuja carteles antifascistas y allí trabajó en una fábrica de municiones en la que sus pulmones terminarían severamente afectados. Su propio drama personal tras la pérdida de su esposa y su hijo, la violencia de los combates y la tragedia de la guerra, inspira en 1937 su gran tela titulada «La Guerra Civil». Marcada por esta época son sus obras «El desastre» y «Dolor de España» (1938), estas dos últimas realizadas ya en Francia.

Se integró a las brigadas artísticas internacionales. El desarrollo de la guerra le empuja a emigrar a Barcelona y de allí, en 1938, a París, donde la excepcional acogida de Picasso resultaría determinante para su éxito. Lo tomó bajo su tutela y alimentó su interés por el arte africano y máscaras primitivas. En 1938 viaja a México, donde conoció a Frida Kahlo y Diego Rivera.
También Manuel Borja-Villel comenta de esta época: «Con la maleta cargada de dolor y la sorpresa, compartida por Picasso, de la influencia que la escultura africana tiene sobre el arte europeo, pinta figuras de rostros desdibujados y su mundo se puebla de máscaras, más que personas.»

A través de Picasso entró en contacto con numerosos artistas del momento, entre ellos Leiris, Joan Miró, Léger, Matisse, Tzara, Eluard, Braque y Pierre Loeb. Este último organizó la primera exposición de Lam en París, en la Galerie Pierre Loeb en 1939, allí recibió una respuesta entusiasta por parte de los críticos.
En esta etapa cubista, Lam sintetiza sus emociones pintando personajes aislados, esquemáticos, enfrentados a la intensidad de la vida; la austeridad de la imagen se ve acentuada por la sobria utilización del color. Dentro del universo cubista y constructivista, Lam siguió una línea singular de gran claridad expresiva.

Su gracia personal le abrió las puertas de las tertulias de los cafés preferidos por la bohemia parisina, cuya concurrencia habitual quedó cautivada por el carisma del cubano.
Logró así insertarse en los círculos más selectos de las vanguardias artísticas de la primera mitad del siglo XX. En sus visitas al Museo del Hombre, en compañía del etnólogo Michel Leiris, encontró referentes de primera mano del arte y la escultura africana que tanto influirían en su obra.

Su relación con estos importantes creadores marcó poderosamente su pintura, inicialmente decantada por las imágenes oníricas y los elementos fantásticos y poéticos, y que posteriormente maduró en una abstracción emotiva, para concluir en un expresionismo plenamente lírico.