Carlos Enríquez, considerado uno de los artistas cubanos de vanguardia y uno de los mejores plásticos de la primera mitad del siglo XX, nace en Zulueta, antigua provincia de las Villas, el 3 de agosto de 1900. Pintor de grandes cualidades naturales, realizó su único estudio formal en la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania. En 1927 dos de sus obras consistentes en desnudos femeninos fueron retiradas de la Exposición de Arte Nuevo por «realismo exagerado», lo que lo llevó a salir de Cuba y dirigirse a España y Francia, viajes en los que recibió influencia que incidió en su obra. Según los críticos, fue la época donde realizó sus mejores obras, tales como Primavera bacteriológica, Crimen en el aire con Guardia Civil y su Virgen del Cobre.
A partir de 1935, ya de vuelta en la isla, comenzó a definir nuevas orientaciones plásticas, referidas al ambiente rural. Sin abandonar el erotismo y la anatomía femenina, recogió en sus obras las leyendas del campo, la imagen de héroes y bandidos, el recuerdo de los patriotas y una fina denuncia social. De ese período, destacan obras como Las bañistas de la laguna, Campesinos felices, Dos Ríos, El rapto de las mulatas, Rey de los Campos de Cuba y Combate, que lo ubican a la vanguardia del modernismo cubano.
Carlos Enríquez se considera un rebelde del pincel. En su discurso pictórico toman protagonismo los símbolos propios de la nacionalidad cubana: la palma real, lo mestizo, la luz del trópico, destacando, además, en sus lienzos, el reflejo de la belleza del cuerpo femenino, razón por la que chocó con sus contemporáneos.
